Boliche amarillo: cuando el presente recupera el pasado

Próximo a la laguna “El Carpincho”, el inmueble, rico vestigio del pasado, se convirtió hoy en un museo, por iniciativa y labor de su propietario Daniel Apodaca, donde es posible reconstruir la vida y la cotidianeidad de los juninenses de fines del siglo XIX y principios del XX.


POR ROBERTO C. TORRES
DIRECTOR JUNINHISTORIA.COM
LA MAQUINA DEL TIEMPO
((NOTA HECHA EN NOVIEMBRE DE 2010)


Al cruzar la avenida Circunvalación, en dirección a la laguna “El Carpincho” a la vera de las vías del ferrocarril, el tiempo parece comenzar a retroceder, al menos esa es la sensación que se lleva quien llega hasta el conocido “Boliche amarillo”, un inmueble que por su estilo de construcción y los materiales usados en la misma, delata ya más de cien años.

Bajo su techo se cobijaron los gauchos de fines del siglo XIX, principios del XX, que pasaban por el sitio, los lugareños que llegaban hasta allí para abastecerse de mercadería para sus ranchos.

El paraje se resiste al paso del tiempo e inclusive se encuentran las huellas del pasado y de proyectos elaborados con visión de grandeza como el “Canal del Norte”. Exactamente, a pocos metros del “Boliche”, en un predio cubierto por los pastos que sirven de alimento a una tropilla de caballos, se pueden observar los restos de lo que iba a ser la compuerta del canal.

La historia, el pasado de Junín, es muy fuerte en este sector. En las inmediaciones también estuvo el primer aeródromo de la ciudad por iniciativa de don Justo C. Saavedra (primo hermano de Cornelio Saavedra), quien por los primeros años del siglo XX era propietario de “La Oriental”. La estancia luego es heredada por sobrinos de Saavedra hasta que en la década del ´40 adquiere “La Oriental” la familia Torello, actuales propietarios.

Daniel Apodaca compró el inmueble hace nueve años y pegado a él fue construyendo la casa que habita junto a su familia integrada por su esposa Mónica, y sus dos hijos, Cristian y Lucas, quienes lo ayudan, apoyan y alientan en este desafío de rescatar el pasado para presentarlo a quienes hoy se acercan.

Precisamente, Apodaca, durante el diálogo, destacó que una de las mayores satisfacciones de su tarea es ver el interés con que los chicos de delegaciones escolares, ya sea de Jardín de Infantes como de escuelas primarias, observan y preguntan, demostrando un gran interés por conocer nuestro pasado. Inclusive ponderó también la colaboración que recibe de los alumnos de la Escuela Agraria, fundamentalmente en lo que hace a la restauración de elementos agropecuarios o fabriles y vehículos antiguos, como una carreta tirada a bueyes construida con madera de lapacho, por ejemplo, una chata a caballo para transportar cereal del campo a la estación de tren, un tractor “David Brown” o una chatita modelo 1928 todavía en buenas condiciones pero necesitada de algunos arreglos de chapa.

La historia, una pasión

Cuando describe el tesoro invaluable que en materia histórica alberga en su casa, a Daniel parece brillarle la mirada. Comienza a describir un Junín que se fue, pero que en su relato parece cobrar vida a los ojos de quien lo escucha. Así muestra, entre las joyas históricas que atesora, un libro que describe lo que era el movimiento de la ciudad en 1914, fotos y datos que harían las delicias de todo aquel que ama nuestra historia y, presuroso, también presenta un volante original de la carrera “Doble Inés Indart”, de ciclismo, del año 1945 con largada en la ruta 188 y que atravesaba La Oriental, entre otros tramos del extenso circuito.

El 80% de los elementos que se exhiben en “El Boliche” fueron utilizados en estancias del partido de Junín. Algunas de ellas se consiguieron en remates y otras fueron aportadas por anónimos vecinos que apoyan este “trabajo de hormiga”.

Daniel destacó el apoyo fundamental de los pobladores de Agustín Roca encabezado por su delegado municipal, Juan José Macchiavello. Ellos contribuyen también al desarrollo del trascendental objetivo que se trazó este “pescador de las cosas nuestras”.

Revistas de “El Gráfico”, discos de pasta, viejas máquinas de calcular, una máquina de escribir que perteneció al padre del constitucionalista Daniel Sabsay. Junto a estos, se encuentran también otros, como herraduras de los caballos percherones que tiraban las carretas; pocillos; juegos de platos, vasos, vajillas, viejas radios de válvulas, tarros de los ya desaparecidos lecheros que recorrían los barrios de la ciudad, billetes y monedas, entre otros elementos que componen este verdadero museo histórico.

“Yo soy un recolector de alma”, se confiesa Daniel y agrega: “siempre me gustó reunir elementos, sobre todo lo relacionado con el campo. Mi esposa y mis hijos me ayudan en esto porque si no hubiera sido imposible. Yo hice el 10 por ciento de esto, porque tuve la idea y voy orientando en el armado de los elementos y las máquinas; el 30 por ciento lo hacen mi señora y nuestros dos hijos con su trabajo permanente; otro 30% lo hacen los chicos que vienen a ayudarme y el porcentaje restante lo hacen los que vienen a visitarnos, la gente de Agustín Roca quienes me apoyan tremendamente junto a su delegado y todos aquellos que realmente se interesan por lo nuestro, por nuestra historia, por nuestro pasado”.

Las puertas del “Boliche” también se abren al turismo. A aquellos que son gustosos y deseosos de acercarse y conocer lo que fue el ayer de nuestro Junín que tanto amamos. Ellos se encuentran con los brazos siempre abiertos de Daniel Apodaca y su familia.

“Tratamos de que todos se sientan cómodos para que vuelvan”, resaltó el actual propietario de “El Boliche” a La Verdad.

Rescatar del olvido

El tiempo de este presente apremia, las agujas del reloj no se detienen y obligan a que el diálogo –además del mate y los exquisitos pasteles se corten-. “Es tirano, el tiempo”, dicen, y es cierto. Pero siempre está la posibilidad de volver y “entreverarse” en charlas interminables, conociendo anécdotas, costumbres y detalles propios de una época pasada como “El tren lechero” que se detenía en “La Oriental”.

Daniel y Mónica saludan desde la puerta del “Boliche”, con la mano siempre tendida para aquellos que desean compartir esa pasión de reencontrarse con nuestra historia. Los fantasmas de  los primigenios pobladores parecen sentirse agradecidos porque lo que se está haciendo ahora en ese histórico lugar que sirvió de almacén o pulpería y lugar de encuentro para contarse mil historias, los rescata del olvido.






















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