Un molino de Junín que hoy se luce en el Museo de Luján


La torre del viejo molino de aspas. Su ubicación en Junín vista desde calle Rivadavia. Comenzó a demolerla Atilio Lombardi, el 4 de marzo de 1955. Su dueña doña María Deiro de Bergonzo "La Turinesa", vende la toerre y el tanque grande el 23 de febrero de 1957 en la suma de $ 1.400 (Foto de la revista Historia de Junín Nro. 28 año 3)

La Dirección del Museo Colonial e Histórico de la provincia de Buenos Aires, con sede en Luján se ha preocupado desde la creación del Instituto, no solo de honrar la memoria de nuestros próceres, sino también, de reunir todo lo que se relaciona con el pasado argentino, incluso los elementos primitivos de nuestra actividad industrial.
Entre las industrias que se establecieron en nuestro país desde la época del descubrimiento y conquista del Río de la Plata, figura la de la molienda del trigo, elemento vital para los pobladores. Por eso la existencia en la provincia de Buenos Aires de un molino de aspas -el único que se conserva en la misma, hasta nuestros días- fue motivo de requerimiento de parte del Museo.
En la década del 1960 se supo que en las afueras del partido de Chacabuco funcionaba desde 1887 un molino centenario que había pertenecido a Julio Labrue, antiguo comerciante de esa zona. Desde el primer momento, esta Dirección se interesó en obtenerlo con el objeto de exhibirlo en Luján, pero su propietario, Angel Aragón, no se decidía a donarlo, sobre todo por tener que consultar previamente a sus 17 hijos, pero fallecido el hombre, sus hijos, representados por uno de ellos, Clementino Aragón, cedió al Museo el molino con total desinterés.
Obtenida su donación, se trató de realizar el costoso traslado del molino hasta Luján, edificando a su lado, el edificio de una también histórica tahona, que constituye un complemento de aquel. Las dos tareas pudieron realizarse merced a un legado y a una donación, ambos igualmente importantes.
El primero, cuyos fondos han sido aplicados a la construcción de la tahona, veredas adyacentes y demás obras complementarias, se debe a don Juan Rocatagliata Costa, quien legó por testamento la suma de cinco mil pesos con destino a esta institución.
La segunda, es debido a la magnificiencia de los hijos de Galo Llorente, nietos a la vez del citado antiguo propietario del molino (Julio Labrue, María F. herederos de Julio V., Galo V., Pedro H. y Genara J. Llorente Labrue), quienes contribuyeron a integrar la suma de cinco mil pesos, que ha sido donada al Museo para sufragar los gastos de la reinstalación del molino centenario, que ahora se halla erigido en uno de los patios del establecimiento, como uno signo elocuente del progreso de otros tiempo.
Valiéndonos de una feliz expresión del P. Guillermo Furlong, podemos decir que los visitantes del Museo podrán contemplar "no sin placer y admiración, aquellos brazos manoteando en el aire y captando las energías que habrían de hacer nacer y desarrollarse nuestra incipiente industria harinera. Hemos reemplazado aquellas modestas usinas por otras más pretenciosas, más rápidas, más perfectas, pero jamás podrán compararse a aquellas en belleza de espíritu...".
Como recuerdo de este generoso aporte a la obra cultural del Museo, la Dirección resolvió colocar en el muro de la torre del molino una placa con la siguiente leyenda:
"Este molino de aspas centenario perteneció en Junín a Don. Julio Labrue, luego a Domingo Narbondo, quien los trasladó a Chacabuco y después a Angel Aragón, cuyos hijos lo donaron al Museo. Su traslado y reconstrucción en este sitio fueron costeados por los nietos del primitivo dueño: María F., herederos de Julio V., Galo B., Pedro H.,, Genara Llorente Labrue A.D MCMXLI"

CARACTERISTICAS 

Este molino, que constituye una interesante pieza para la historia de la industria harinera del país, ha sido instalado en uno de los patios del Museo.
El carpintero italiano señor José Dovidavich, avencidado en Luján, desde hace algunos años y propietario del taller "San José" fue quien colocó las cuatro aspas construidas en madera de lapacho y que miden 7,30 metros de largo por 0,40 de ancho. Cada una tiene 16 traviesas, se cubren con lienzos aceitados a manera de velas y el impulso del viento hace girar las aspas, poniéndose en marcha el mecanismo del molino.
Las expresadas lonas son plegadizas para evitar que en caso de mal tiempo puedan sufrir deterioros, tanto las aspas como la maquinaria que estas accionan.
Las nombradas aspas, desempeñan su misión de receptoras de la fuerza motriz, hallándose entroncadas al árbol vertical, al que le imponen un movimiento giratorio.
En ese detalle, este molino se asemeja a los holandeses; en el número de aspas -cuatro- y en la longitud de las mismas. En otras regiones de Europa hubieron molinos de hasta seis velas.
El capacete o techo del molino tiene en su parte superior una veleta en forma de flecha. Era costumbre en otros tiempo denominar al molino según la figura de la veleta. Así se denominaban "de la flecha", "del pescado", "del galgo", "de la sirena", etc.
El techo, en toda su circunsferencia es giratorio, con el objeto de poder orientar las aspas en la dirección del viento y ese movimiento se facilita por medio de cojinetes de bolas que se asemejan por su tamaño a balas esféricas de cañón de gran calibre y que giran dentro de una canaleta semejante a dos rieles y estos a su vez, van asentados sobre gruesas vigas de quebracho fuertemente aseguradas.
El mecanismo por medio del cual se transmite el movimiento desde la parte superior de la torre, está situado a 14 metros de altura y se une a la muela por un árbol vertical de hierro que se comunica a las piedras colocadas horizontalmente sin tocarse y de igual diámetro.
Una de ellas es llamada solera, la otra móvil, recibe el nombre de volandera, ambas sujetas por sunchos de hierro trituran el grano y están asentadas en fuertes soportes de algarrobo.
Sería tarea larga describir toda la maquinaria, pero en resumen podemos informar que aunque tienen piezas de hierro, la mayoría son de madera, tal las ruedas de sus engranajes. Las correas y demás sogas son de cuero crudo.
Es digno de hacer notar que esta antigua maquinaria tiene una campana combinada que, por medio de su badajo, anuncia cuando falta el grano en la tolva o depósito, desde cuyo recipiente pasa a la molienda.
Para poner en movimiento a las aspas en días de poco viento, el molino cuenta con un manubrio que lo impulsa y también puede hacérselo funcionar desde una pequeña plataforma de madera dura con una barandilla, construida en el exterior del muro, la cual sirve también de base, para que, colocada una de las aspas verticalmente pueda utilizarse de escalera para ascender hasta el eje del nacimiento de las aspas.
En caso de tormenta la rueda se coloca de modo que el eje principal quede en dirección al viento, operación que se efectúa por medio de juego de palancas.
El interior de la torre consta de cuatro pisos, a los cuales se sube por medio de rústicas escaleras. Está alumbrada por ventanas y pequeñas aberturas hechas en el muro.
La torre es de material construida con gruesos ladrillos en forma semicircular extraidos de la antigua construcción y cuyos volúmenes es tres veces superior a los modernos.
Los diversos pisos sirven para recoger el grano. En el primer piso se colocaban los cajones del cernidor para harina y trigo.

ANTECEDENTES DEL MOLINO DE ASPAS

En todas partes existe interés en reconstruir esta clase molinos, tan admirados por los turistas, pues aparte de contribuir a que el paisaje ofrezca una vista más poética, evocando el episodio célebre de la embestida de don Quijote, tan magistralmente descripta por Cervantes.
Esta antigua maquinaria funcionó hace más de cien años a orillas del río Paraná, en esta misma provincia, contó don Galo Llorente de 90 años de edad quen dijo haberlo conocido en 1868 en el partido de Junín, adonde fuera trasladado desde el lugar primitivo.
La tierra de la maquinaria se levantaba cerca del fortín, en el sitio conocido con el nombre de "Las Vizcacheras".
En el testamento del citado don Julio Labrue, fallecido el 2 de noviembre de ese mismo año, consta que dejaba "un molino de viento en un área de terreno de cuatro cuadras con sus máquinas y aparatos".
Este señor Labrue estaba casado con Jenara Carrasco Dávila, de la cual adquirió el molino años después, Domingo Narbondo.
En un libro de apuntes comerciales dejado por este señor se expresa que los indios del pago de Junín llevaban a moler sus trigo, pagando la molienda con cerdas y cueros.
Según testimonios de antiguos vecinos, fue el mismo señor Narbondo quien trasladó su molino a Chacabuco, emplazándolo en el paraje desde donde años más tarde iba a ser llevado a Luján.

LOS MOLINOS DEL PASADO

Aún subsisten en diversas regiones de nuestro país, algunos molinos que recuerdan los primeros triunfos de la industria harinera nacional.
Salta, uno de cuyos departamentos se denomina Molinos, fue el segundo lugar del territorio que contó, en 1586 con un molino harinero hidráulico, ya que el primero de ese género se instaló en Córdoba en 1580.
El segundo molino salteño se fundo en Pulares, en 1618 y tres años después los padres de la Compañía de Jesús instalaron el tercer en El Bañado.
Como pareciera que algunas personas han puesto en duda la existencia de molinos de aspas en nuestro país, no está demás exponer algunos antecedentes relacionados con dichas maquinarias.
En los libros de acuerdos del Cabildo de Buenos Aires consta que ta en 1590 existían algunas tahonas para la molienda del trigo y en el acta del acuerdo del 23 de mayo de 1605 figura una carta obligación sobre el molino a viento que construyeron los hermanos flamencos Lucas y Conrado Alejandro quienes se obligaban a construirlo... "a nuestra costa y moler en el a todos los vecinos y moradores de esta ciudad a cuatro reales y que no llevaríamos a más y nos abarcarían el precio de los dichos cuatro reales".
En un acuerdo del expresado Cabildo del 3 de enero de 1607, el procurador general del mismo pide que los molinos tengan balanzas para recibir el trigo y dar la harina por peso y en otro acuerdo del mismo año se dispone que las carretas procedentes de Córdoba y otros puntos del interior, acampen del otro lado del convento de Santo Domingo "hasta  los molinos de viento", lo que demuestra que ya entonces existían varios.
Interesante es el contenido del acta del acuerdo del 30 de julio de 1607 en que consta que "presentó petición el procurador Gregorio Navarro pidiendo que no salgan de esta ciudad los flamencos que han hecho el molino de viento que hay en ella, atento a lo mucho que importa a la república en sus asistencia y entender el dicho molino y que se comunique con el señor Gobernador pidiendo suspenda la execución" y termina accediendo al pedido por temor de que no quede en la ciudad ninguna persona entendida en el manejo del molino.

  (Fuente: “Historia de Junín”, Nro. 28, Año 3, de Roberto Carlos Dimarco).

Comentarios

  1. En mi hermosa ciudad de San José, Entre Rios esta instalado el Molino del sr Forclaz (declarado patrimonio provincial) lastima que no lo nombran en la referencia. Saludos

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